CRONICA-2017
Adiskide onekin orduak labur!
Miércoles.
Emadazu gin
tonic bat, Xabaltx!
Por muchos, diversos motivos, esta no
fue una vez más. Fueron distintas las circunstancias y hasta el bendito
programa semanovasquista tuvo alguna alteración. Y para continuar con la serie
de diferencias, algunos tuvimos la suerte de poder disfrutar unos días más en
la ya familiar ciudad de San Nicolás de los Arroyos. Llegué alrededor de las 21
h del miércoles, luego de un agradabilísimo viaje en auto con Bego, Ainara y
Osvaldo, entre mate y euskera, lo que ya aseguraba un gran preámbulo a lo que
se venía. La noche de mitad de semana nos encontró, así, con olor a comida
casera en el ambiente, con un plato en la mesa, con un abrazo sincero, y con la
satisfacción de saber que no era la cena del viernes sino recién la del
miércoles. Y ahí estábamos los primeros ekinianos arribados, o al menos los
primeros en reunirnos: Patxi (que ya estaba desde hacía unos días), Aitor
(quien comenzó su viaje con una selfie
muy espontanea tomada desde muy abajo de su cuerpo y en la que mostraba el
bolso y un contoneo de “me voy p´allá”),
Mincha, Sacha (aunque no se hizo presente) y quien les escribe. No éramos, por
supuesto, los únicos asistentes al cónclave, pues también estaban por ahí los
ya conocidos músicos provenientes de Euskal Herria, incluido el cantor de
cruceros, quien no dejó de cantar ni cuando se dirigía al baño. Y si había músicos, no podía faltar un
fandango y un arin-arin. Y por supuesto, si hay un fandango y más de un
ekiniano, seguro que alguien baila, y bailamos (seguramente también habrá
testigos de ekinianos bailando solos, pero ahora eso no importa). Acabada la
cena – aunque no la reunión – y cuando parecía que la bebida se limitaba a unos
vinos para acompañar la comida, unas manos amigas acercaron a la mesa una botella
de bien fresco gin, un agua tónica aún más fría y algunos limones que en
conjunto y en sintonía con las mejores fórmulas químicas brindaron a quien
gustara de un trago, ejem, ya conocido entre ustedes: el gin tonic. Y hecho por
las manos del mentado Xabaltx. Es sabido que todo lo que el gin tonic tiene de
elegante y exquisito, lo tiene de traicionero porque no es un trago que se
preste mucho a la mezcla: sus consecuencias pueden ser complicadas. No puedo,
no podemos dar fe de que alguno de los allí presentes haya tenido alguna
consecuencia de ese tipo, pues nosotros, pasada ampliamente la medianoche, nos
retiramos, no sin antes intentar (sin éxito) degustar una cerveza en un lugar
al parecer también muy en boga entre miembros de este grupo. A decir verdad fue
un éxito a medias, porque logramos entrar, pero luego de un buen rato esperando
que alguien se interesara en nosotros, nos informaron que ya no podían servir
nada. Dado que ir a una cervecería y no poder tomar nada no tiene sentido,
seguimos viaje hacia la que sería nuestra morada en tierras nicoleñas: Miroen etxea. Ahora sí, cada cual a su
aposento que recién es miércoles y hay que seguir.
Jueves.
Seis
pañuelos y un plato de arroz con pollo.
¿Hay algo mejor que despertar
sabiendo que es jueves y no hay rutina? Sí, despertar, levantarse y que te
reciban con café recién hecho en un patio que huele a jardín con algo de
salvaje. Es cierto, además, que no había rutina diaria, pero sí mucho para
hacer, ya que tocaba acompañar a la gente del centro vasco en una más de sus
acciones con el programa Etxe nasaia.
Así fue como salimos rumbo al pueblo de General Rojo, que no es lo mismo que si
fuera el General rojo, aunque Rojo o rojo, no podía deparar nada malo con esa
mención a tal color. El pueblo era lo que se dice bien pueblo: pocas calles,
una pequeña iglesia, señoras barriendo la vereda. Pero así y todo dimos una
enormidad de vueltas para encontrar el predio buscado, hasta que una señora,
que habiendo barrido ya su vereda iba ahora barre que te barre por la calle,
nos indicó que siguiéramos “derecho, todo derecho, hasta que vean unas
piedras”. Las piedras no eran unas piedras, eran el acceso techado revestido en
piedra al predio de la Cooperativa local.
De a poco, muchas personas fueron
llegando al lugar: los músicos, casi todos con gafas oscuras; el delegado
municipal, que quería una “camiseta de la República de Euskal Herria” (?); un
señor muy alto y algo extraño que luego supimos era diputado por la región
francesa de Pirineos Atlánticos y que sabrá Dios qué hacía ahí. Mientras, a
pleno sol, muchos niños de escuelas de la zona corrían y jugaban en espera de
la hora de la comida. Y en la espera, se izó una ikurriña, el monitor improvisó
un baile y hasta hubo música en vivo. Es especialmente digna de mención la
animación que aportó el diputado francés al concierto: saludó una por una a
todas las maestras, batió palmas, agitó los brazos, tarareaba algo que nadie
supo qué era, siguió haciendo palmas, y cuando Xabaltx desde el escenario ponía
toda la energía, encabezó un improvisado trencito al que con alguna timidez
varios se prendieron, tal vez con temor a rechazar la invitación. Por suerte y
para tranquilidad de varios, el show debió ser interrumpido porque la comida
estaba lista para ser servida. Manos que cortaban el pan, manos que servían y
manos que llevaban el plato a la mesa reforzaron el gesto solidario de preparar
para cada chico un plato de arroz con pollo. Que por cierto era muy generoso y
también podría ser pollo con arroz. Ahí no son de escatimar en cantidades.
La vuelta a igaraben hiria nos encontró con cierta modorra. Todos sabemos que
la felicidad de un estómago lleno es proporcional a las ganas de echar una
cabezada, un sueñito, dormir una siesta aunque sea pequeña, ¿y para qué negarse
si la tarde era larga? Y una vez recompuestos el cuerpo y el espíritu, nos
esperaba una tarde laboriosa de encintar alpargatas, coser cascabeles, cortar
telas, armar txintxarris. También era
necesario cortar y coser los pañuelos para bailar San Miguel, y aunque con Sacha aseguramos y recontraseguramos que
nunca fue especificada la cantidad, una vez más el monitor tenía razón: eran
seis pañuelos (le cabe perfecto el dicho “ser como Zapata”, porque si no la
gana, la empata).
Una de las novedades de esta Semana
Vasca fue el recital propuesto para el jueves a la noche en la plaza principal.
Una invitación a toda la ciudad que se promocionaba como “una fiesta popular”,
pero que se tradujo a decir verdad en poco, muy poco público. Comenzó cantando
Mikel Etcheverry, el señor del crucero, con su repertorio que, aún no lo
sabíamos pero ahora luego de unos días, podríamos calificar de habitual; siguió
Mikel Urdargarín, con unas canciones de lujo y con la compañía de su “fotógrafo
/ amigo / compañero”, quien se robó varias miradas ekinianas; y para terminar,
Xabaltx, que le puso toda la onda, aunque a esa altura, ya si había poca gente,
cantó todavía frente a menos. Entre el público, nuevamente, apareció el
diputado francés, quien seguía aplaudiendo y saludando a todo aquel que
queriendo o no quedara frente a él. Todo hay que decirlo, saludaba con especial
énfasis a las damas, al punto de lograr cierta incomodidad.
Pero no nos adelantemos, que todavía
es jueves y no hemos cenado. Ya sabemos que si igaraben hiriko euskal etxea organiza algo, no puede faltar la
comida. Claro está, esta vez tampoco faltó, es más, seguramente sobró a pesar
de que todos comimos a placer. A estas alturas, ya se había sumado al núcleo
ekiniano la inefable y siempre bien ponderada Corales, quien como todos los
presentes disfrutó del asado, así como también nuestra estimadísima Lu Tisera.
No sabemos si el concierto también fue disfrutado por todos, pero más de uno
seguramente se la bancó pensando en las deliciosas morcillas, los jugosos
chorizos, las tiernas costillas, el delicado vacío y el mantecoso pechito de
cerdo que nos esperaba en la parrilla. Como suele ocurrir en los asados, la ensalada
no es digna de mención, no por desmerecerla, pero era eso, una ensalada. Y
cuando casi todos habíamos cruzado los cubiertos sobre el plato, se hizo
presente Diego, quien se convertiría (¿sin quererlo?) en locutor oficial de la euskal astea. Ekin, gure PYME maitia.
On
egin deizuela janak eta kalterik ez edanak, dice el proverbio, y si el
deseo es que la bebida no haga mal, entonces hubo que intentar nuevamente ir a
la cervecería que el miércoles a la medianoche ya no servía cerveza pero que
ahora parecía mucho más animada. Diego, que portaba bolso, mochila y funda con
ropa, no parecía muy convencido de entrar así en un lugar aparentemente tan cool. Pero Aitor, quien al parecer ya
tiene más que manejado el tema de ir por unas cervezas a ese lugar portando un
bolso o mochila (y recibir propuestas de vivienda a su disposición), le dijo en
su mejor acento: “Tú no te preocupes”, y
amontonando los bártulos en un rincón, pudimos degustar al fin la tan mentada producción
de Cervesia. Pensé para mis adentros, o tal vez lo comenté, que aunque uno se
muera de sueño hay cosas que es mejor vivirlas, sobre todo si se tiene la
responsabilidad de ser el cronista (?). Claro, no se puede estar en todo pero
al menos sí en lo importante. Pensé en titular a este apartado Una cerveza con Oier, pues allí estaba
el fotógrafo /amigo / compañero de Urdangarín, con Urdangarín y otros, pero
después pensé que salvo a nuestro incipiente club de fans, a nadie le
importaría. También se hizo presente en el lugar el otro locutor oficial pero
en euskera, Erik, guipuzcoano de pura cepa pero que todos le decían el chileno
por estar pasando una temporada en ese país. Antes de irnos y cargar nuevamente
con los bártulos de Orellana, vi que en una pared estaba escrito, junto a otras
muchas formas de llamar a la cerveza en distintos idiomas, garagardoa. Qué lindo.
Viernes.
Hoy
puede ser mi gran noche (kalimotxo maitia… zurea naiz!)
Uno se acostumbra a lo bueno,
decididamente. Es una buena sensación despertar y sentir que uno está como en
casa aunque no esté en la casa. Así fue. Así es. Y más porque Susana, cual Pachamama,
nos proveía el sustento material en forma de café y medialunas. El viernes
comenzó, por así decirlo, la Semana Vasca oficial o conocida, con la diferencia
de que esta vez no hubo almuerzo de viernes. Esto desde ya no fue un
impedimento para nada, pues no olvidemos que gure Pachamamak janaria ere prestatu zuen. Algunos tuvieron que
comer con la visión no grata de ciertas personas, pero luego ya ahondaremos en
esto para demostrar que el karma existe. No sabemos si las personas en cuestión
lo pensaron de esa manera, pero al menos a nosotros nos produjo risas.
Otro evento esperado por algunos fue
el mintzodromo, el que más allá de
ser un evento más que importante porque le da al euskera una entidad de la que
antes no gozaba en la Semana Vasca, estaba organizado por una amiga de la casa,
Bego. No está de más recordar que el euskera forma parte esencial de nuestro
proyecto como grupo y por tanto siempre son bienvenidas todas las acciones en
favor de la lingua navarrorum (por
favor, evítese referirse al euskera como la “lengua de nuestros mayores”: a
saber, no todos somos descendientes de vascos, no todos nuestros mayores
hablaban euskera, en Euskal Herria lo hablan los inmigrantes y sus hijos
llegados de lugares que nunca oyeron hablar de qué es el euskera, y por último,
puedo aprender euskera porque se me ocurrió aunque mi bisabuela fuera euskaldun peto – petoa). Siempre es
válido además el intercambio con otras personas, sobre todo si se comparten las
cosas que a uno le gustan. La topaketa
tuvo un momento muy emotivo al cantar todos L´estaca
en euskera y en catalán:
Si jo l'estiro fort per aquí i tu l'estires fort per allà,
segur
que tomba, tomba, tomba, i ens podrem alliberar.
La Semana Nacional Vasca tuvo su
inauguración oficial por la tarde en la plaza principal de la ciudad con coro,
ikurriña, bandera argentina, palabras alusivas y alegres del gran Javier Tisera
y kalejira desordenada hasta el hermosísimo Teatro Municipal, donde los músicos
de Euskal Herria repitieron el show del jueves. Para estas alturas ya se había
hecho presente la siempre bien estimada Dra. Clara Llamedo, quien resistió
estoica hasta el último minuto del concierto pese a que los estómagos nos
pedían urgente ir adonde se cocinaba lo importante, que no eran planes sino
comida. Por suerte llegó el momento y los ekinianos, voucher en mano y remera
semanovasquista alusiva, estuvimos allí para degustar, por primera vez en años,
alimento no para dantzaris sino comida lisa y llana. La que come el resto de la
humanidad, vaya. En esta oportunidad el voucher para los dantzaris no consistía
en pancho puro pan, hamburguesa chamuscada y vaso de coca (que se deben
consumir generalmente sentados en el piso o donde se pueda, sobre todo si la
fiesta es en Necochea), sino en empanadas, chorizo a la sidra y arroz con
pollo, más generosísimo vaso de kalimotxo. Por cierto, justo para sentarse a
comer con el resto hizo aparición otro inestimable valor ekiniano, la tía
Clari para algunos, Clara de noche
para otros, Uri para todos. Retomando el tema de la comida, no nos podemos
quejar, ¿verdad?
No hubo este año en la romería
enjambre de remeras grises ni show patxikonpañístico baina gure taldea tuvo un protagonismo que ni nosotros esperábamos.
Todavía no estábamos todos, pero sí los suficientes como para generar algunas
“molestias”. Imagínenselo así: dos personas, llamémoslas M y M, llegan a San
Nicolás y naturalmente se dirigen a la Euskal
etxea a fin de acreditarse. Confiadas, M y M llegan a la Secretaría y cuál
habrá sido su sorpresa al traspasar la puerta y ver a Aitor, Diego y a quien
escribe, sentados allí trabajando. Por suerte, una voz amable – que no fue
nuestra - responde a una de las M, quien ya tomó color blanco, que se dirija al
local contiguo para realizar tal trámite. Al ingresar al lugar, M y M son
recibidas con un buen día dicho por ¡Patxi! Al trámite sigue el almuerzo y las
personas en cuestión se sientan a comer pensando en tener algo de paz pero
levantan la vista del plato y allí, mesas de por medio, también almuerzan Patxi
y Aitor. Al almuerzo sigue el mintzodromo,
adonde una de la M se dirige y no va que hay ekinianos co-organizando y
participando. Veremos que tal el concierto, tal vez la música ahuyente tanta
aparición, pero hete aquí que cuando las luces se apagan, sale el presentador a
escena y “esa voz suena conocida”, no es nada más y nada menos que Orellana,
¡otro más acá también! Termina el concierto y hay que cenar. Voucher en mano, M
y M se dirigen al lugar indicado para cambiar el vale, pero Kontuz! ekiniana a la vista (Mincha),
mejor allá ¡otra! (Corales), acá y me doy por vencida, ¿cómo puede ser? (Patxi
está sirviendo el chorizo). Suponemos que ahí se les acabó pero poco importa,
que la romería empezó y la noche recién comienza (?).
P.D.: tanto la última frase del
párrafo anterior como el título de este apartado son una exageración, pero a no
quejarse, la pasamos muy bien.
Sábado.
Y
tú, ¿de dónde has sacado ese Toblerone?
Titular lo que aconteció el sábado
tuvo varias opciones, tales fueron la cantidad de cosas que acaecieron.
Normalmente los sábados de la Euskal
Astea suelen tener mucha actividad y no fue esta la excepción. A la
consabida reunión de “directores”, siguió un ensayo general en el Teatro. Luego
almuerzo multitudinario sin mezquindades respecto de la comida servida, es más,
podría haber sido el menú del banquete del domingo en otras SNVs: ensalada
rusa, fiambre variado, ensalada, pollo relleno, almendrado. Y de a poco, el
grupo se iba completando, ahora con la presencia de Fede, Agus txikia,
Olaizola, Marina y Maialen, poxpolin
politena.
Bazkaldu
eta gero, a prepararse, a alistar los trajes y a demostrar que se sigue, pese a
todo se sigue. A pesar de las mentiras y de las confiscaciones, ahí estuvimos,
no con uno, sino con dos cambios de traje. El viernes luego de terminar el mintzodromo, mientras cargábamos un txantxangorri gigante y pesado para
devolverlo a la euskal etxea, le
decía a Diego un poco en broma y mucho en serio que ni árabes ni romanos ni el
franquismo habían podido contra el euskera, que cada vez que te sentás a
repasar o que repetís en el tren el puto
nor – nori – nork como una letanía
para fijarlo, ese es nuestro granito de arena para expandirlo, para mantenerlo,
para ser euskaldunes a 12000 km de
distancia de donde nació esa lengua. Y pienso que con la danza pasa igual,
aunque no seamos eximios bailarines ni nos salgan los pasos perfectos, aunque
ya las rodillas nos pasen factura, aunque apenas podamos levantar la pierna a
la altura del hombro, lo seguimos haciendo porque nos gusta, porque nos une,
porque nos sentimos parte de un grupo. Más de una vez este año hemos ido a
ensayar dudosos, desganados, desmotivados, desconfiados, descolocados; o por
las mismas razones más de una vez hemos preferido no ir. Pero llegó el sábado y
la velada, y ahí estuvimos, ahora sí la peña a pleno con Hernán e Ixiar.
Volvimos a sentir la alegría de cambiarse, de ponerse el pañuelo, la txapela, de ponerse las alpargatas y
ajustar las cintas, sentir que se es parte casi de un ritual. Esta vez
rejuntando un poco de todos lados, un chaleco del padre, una pantalón de
vestir, una camisa de la madre, robándole tiempo al día para coser una falda,
agregar una puntilla, pedirle a la modista de confianza que haga un delantal. Abituak ez du frailia eiten, pero
decididamente hace al dantzari, y así
galantak eta dotoreak bailamos un
Salinas con ganas, garra y corazón.
Terminada la primera parte de la
velada, a cambiarse o mejor dicho a transformarse, en un galtzagorria. Pero antes, antes, una sorpresa para todos. Allá
vamos, ¿y qué hay? ¿qué hay? Hay bendiciones para todos y deseos de éxitos, de
danzas alegres, de borracheras de las buenas y de seguir juntos por muchos,
muchos años más. Gracias San Patxi de los
dantzaris por iluminarnos y por librarnos del mal, amén. Gracias claro,
también, a Victoria, la intermediaria entre el santo y nosotros, simples
mortales, simples dantzaris. Suponemos
que algo habrá tenido que ver la bendición, pero también el ensayo, las ganas,
el tesón, el ímpetu porque los galtzagorriak
se destacaron, saltaron, hicieron de las suyas, recibieron una ovación.
Recibí, recibieron, recibimos también
luego muchas felicitaciones y comentarios halagadores. No es para menos, si
tenemos un régisseur de lujo, un
monitor cargado de paciencia y sapiencia. No estuvimos todos en la romería
porque alguno por uno u otro motivo prefirió irse a descansar, pero estuvimos
todos donde había que estar: en el escenario. Bejondeizula! Y los que estuvimos, tomamos con más ganas, bailamos
como sacándonos un peso de encima y a disfrutar.
Recibí el sábado la visita de mi
hermano Juan Cruz, que vive en Rosario y es vascófilo en potencia. Como había
regresado hacía pocos días de un viaje por las Europas, nos dio a Diego y a mí
un pequeño paquete con unos souvenires. Al salir de la romería, ya avanzada la
madrugada, no venía mal bajonear con el contenido del paquete: un Toblerone.
Todos los convidados aceptaron gustosos el convite, aun el monitor, quien no
sabiendo de donde salió aquello, pudo más su curiosidad: “Y tú, ¿de dónde has
sacado ese Toblerone?”.
Domingo.
Goazen
plazara!
El domingo por la mañana, el ritual
debió continuar para bailar esta vez y como es costumbre igaraben hiriko enparantzan, así que arriba. Hubo misa pero no
abanderados nuestros este año, pero no se preocupen que ya regresaremos
oficialmente a la celebración religiosa y todo. No pudimos, como hubiéramos
querido, participar en todas las danzas por uno u otro motivo que no es el
lugar para explicarlos, pero como para Ekin
Dantzari Taldea no hay cosas imposibles, ya habrá oportunidad de
presentarlas, animo eta segi horrela!
Los mutikoak compartimos con los dantzaris de Viedma – Patagones la Ezpatadantza, ese baile tan señorial.
Luego, todos, Ekin eta Igaraba, grandes,
medianos, adolescentes, jóvenes y niños, bailamos,
disfrutamos, compartimos un Fandango eta
Arin-arin. Como dijimos en el teatro luego de bailar Salinas, ¡Ekin volvió! No porque nos hubiéramos
ido, pero había que volver; había que estar, porque de esa forma todos
sentiríamos que nada fue en vano; había que salir adelante luego de las dudas,
que siempre están, pero el que duda reformula y sigue y construye; como Ekin,
siempre construyendo, beti aurrera
danzarekin eta kulturarekin.
Luego de los bailes, siguió la foto
bajo el retoño del Gernikako arbola, y
luego el almuerzo en el club. Tal como sucedió cada vez que hubo que
alimentarse, no hubo quejas ni escaseces; pero como suele suceder hubo mucho
calor y hubo también una magistral Arratiako jota interpretada por Aitor eta gure erregina, the queen, Ixiar (por
cierto, ¿delega puesto o no?). A medida que avanza el tiempo, y como no podía
ser de otra manera, algunos pies inquietos ekinianos no podían irse, despedirse
sin bailar, sin la ronda jauzística que en el ir y venir une, hermana, libera… Aupa neskak, beti prest dantzatzeko! Luego
las despedidas, saludar a los amigos, a los conocidos y también despedirnos
nosotros, porque la peña logró estar toda junta pero ahora hay que volver. Los
domingos inevitablemente suelen tener algo de melancolía, siempre al terminar
la Semana Nacional Vasca sentimos que algo se acaba, y tiene que ver con que se
terminan las horas que se compartieron, las risas, los comentarios, el vaso de kalimotxo que pasa de mano en mano, los
nervios de bailar, la euforia post-baile. Por suerte es solo una sensación
momentánea porque se acaba eso pero los ensayos siguen, habrá otros
compromisos, otros proyectos, y otros motivos para estar juntos y compartir. La Euskal Astea se termina pero siempre
vuelve, en comentarios, en anécdotas, en recuerdos y espero que también vuelvan
a revivirla al leer esta humilde crónica.
Epílogo.
Vamos
de paseo, pí pí pí, en un auto feo…
Al no ir todos juntos en el mismo
transporte, la vuelta fue igual, pero nunca desordenada. Algunos regresamos en
auto pero no de paseo ni tampoco era un auto feo. Cansados pero felices, la
vuelta se hizo en compañía más que amena. Fue también una buena oportunidad
para hablar y comentar muchas cosas vividas y sentir que todos nos sentimos
comprometidos en seguir. En un momento, dije algo que venía pensando hace unos
días, y es que aunque yo había bailado muchos años en otro grupo cuando era más
chico, en Ekin Kultur Taldea me
sentía parte de un grupo y no solamente de un conjunto de personas que se
juntan a bailar. Es una sensación muy buena y agradable poder compartir con
ustedes tantas cosas, a pesar de nuestras edades diferentes y de nuestras
ocupaciones. Gracias de verdad a todos. Gracias Ekin Kultur Taldea: Aitor, Marina, Maialen, Patxi, Mintxa, Satxa,
Rocío, Clarita Ll., Lucía, Ixiar, Agustina O., Clarita Uri, Fede, Hernán,
Diego, Agus txikia, Sebas (perdonen que me autonombre). Y también gracias a los
que desde WhatsApp o en persona nos apoyanron siempre este año: Agustín,
Jorgelina, Caro, Pipas, Celeste. Gora gu
eta gutarrak!
Adiskide
onekin orduak labur!
(Con
los buenos amigos, las horas se hacen cortas)
SEBASTIAN AMAYA
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